cotidiano

conversaciones de insomnio (3)

Curioso que el insomnio me llegue en un Martes, pero esta semana así sucedió… para mi buena fortuna, otro conocido (no con el que regularmente dialogo a esas horas) estaba en línea y nos pusimos a conversar… aprovechando que estamos aún en los primeros días del año, las preguntas sobre la temporada decembrina no se hizo esperar (no nos habíamos “visto”, entonces resultaba adecuado el cuestionamiento)… Curioso caso el cómo las tradiciones familiares son tan dispares entre familias y regiones.

Pero, la conversa se tornó aún más interesante cuando comenzamos a comentar sobre los propósitos que teníamos para este 2011… a lo que después de enumerar mis objetivos (que es distinto un propósito, que es intención… a un objetivo, medible y cuantificable) me hizo una pregunta de la nada, que me pareció desconcertante: “¿cuál es tu esencia, Toño?

De inmediato llegó a mi mente dos imágenes: la primera, de esos comercios de material para repostería (que abundan en el centro) y que tienen algunas de sus paredes con anaqueles llenos de botellas con saborizantes; la segunda, de una botica de barrio antiguo, con sus botecitos de cerámica, con esencias y preparados, en repisas de madera y olor a mentol.

Para evitar verme tonto (aunque no lo crean, es posible), pregunté exactamente a qué se refería, a lo que minutos después, aparecen en la pantalla, caracteres que clarificaban mi duda: “me refiero a cómo es ese Toño que nadie conoce, que no tiene máscaras ni estatus, que no sale a menudo”. Confieso que ese comentario me dejó pensando unos momentos.

¿Es posible que todas tus “personalidades” sean lo más coherente posible y sean lo más parecidas posible que no se vea la diferencia? Explico un poco: dependiendo de las situaciones, ambientes, círculos sociales, circunstancias… cada uno de nosotros tiene una “personalidad” distinta… no hablamos del mismo modo con nuestro gerente que con un compañero de trabajo, nuestro comportamiento es distinto con nuestros amigos de antaño que cuando convivimos con nuestros papás… nuestro comportamiento se adecua en función de la necesidad, las ideas que tenemos, el lenguaje que empleamos, los chistes que decimos, incluso la ropa que llevamos.

Según mi propio parecer, intento ser lo más “integrado” posible,  sin dar pie a cambios drásticos en mi personalidad conforme todas mis facetas: hijo, ingeniero, amigo, profesor, desconforme, sarcástico, peleonero, amigable, odioso… (y la lista sigue y sigue). Sin embargo, recordé que muchas veces la gente tiene una percepción “incorrecta” de cómo soy en realidad. Un buen amigo de la universidad, alguna vez me confesó que “a primera impresión, me caíste mal, por culero” (obviamente mi  cara de ¬¬ no se hizo esperar), pero al escuchar su explicación, me pareció sensata su percepción.

Creo que todos tenemos cautela (en mayor o menor medida) al mostrar quien realmente somos: por experiencias pasadas, por miedo al otro, por desconocimiento de lo que sucederá… y únicamente cuando creemos que podemos confiar en las personas, bajamos la guardia y nos mostramos tal cual somos, con nuestros defectos, daños, incoherencias y demás elementos “negativos” de nuestra personalidad… supongo que es un mecanismo natural de autopreservación (o algo así xD).

Debía responder la cuestión, usando únicamente tres palabras (como si no fuera lo suficientemente difícil, le agregaba ese grado de complejidad)… después de un rato pensado, mientras continuamos hablando, pude responderle:
~ impaciente: porque siempre estoy buscando qué más hacer, no me quedo quieto, mi naturaleza es ser no conformista, retar el status-quo
~ bipolar: puedo ser tan bueno (condescendiente, comprensivo, ameno, positivo…) o tan malo (orgulloso, sarcástico, burlesco, perrucho, depresivo…) por las razones más simples: unas palabras, un gesto, un SMS, un tweet
~ iluso: me dejo llevar por la imaginación, por la creencia que todo estará bien eventualmente, que todo sucede por algo y que está conectado para aprender

Ahora yo te pregunto… ¿cuál es tu esencia?

cotidiano

conversaciones de insomnio (2)

Como se está volviendo costumbre, el señor Morfeo no se dignó en visitarme durante la noche (¿qué le (me) está pasando?) y volví a tener otra noche de insomnio esta semana… pero, bajo el cobijo digital de MSN, aproveché el tiempo para dialogar con el mismo conocido con el que suelo conversar a esas altas horas de la madrugada (supongo que Morfeo no nos visita de manera simultánea o algo así).

Ahora la plática se tornó hacia qué hacer cuando alguien deja de querernos. Lamentablemente, se enfrentaba a un problema personal, que tuvo la confianza de compartir conmigo: un rompimiento. Si, el fatídico instante en el que una relación se termina y decidimos dejar atrás a la respectiva pareja (en turno, para este caso) por algún motivo específico: celos, cansancio, monotonía, falta de comunicación, incompatibilidad, rutina, odio, infidelidad, secretos…

Una pregunta le rondaba en su mente, y fue el detonante para todo un intercambio de ideas, plasmados en caracteres: ¿Cómo dejar de amar a esa persona que representaba lo más querido de toda nuestra existencia?

La charla se adentró un poco en la situación que se le presentó y el cómo tomó la decisión de seguir adelante con su vida, dejando atrás tantas cosas… ¿Cómo superar a alguien a quién le dimos tanto de nosotros? Esa persona con quien compartimos emociones, problemas, gustos, triunfos, tristezas y demás momentos que hacen de nuestra propia vida toda la experiencia que es.

Ésta vez, no supe qué responder… simplemente lo “escuché” (bueno, más bien lo estuve leyendo) durante unas horas, mientras desahogaba un poco de su pena y recordaba mis penurias personales al respecto (triste pero cierto). Noté mucho coraje (¿ardidez?) y otro tanto de tristeza en la manera en como escribía (aunque lo puedan dudar, es posible identificar el humor de alguien por como redacta), pero como lo conozco un poco, pude escudriñar que realmente tenía nostalgia.

Añoranza de un pasado, que tal vez no volverá…
Y respuesta natural (¿predecible?) el tener que conformarse con amores de una noche. Asunto del que no estuve del todo acorde y así se lo hice saber (simplemente sabía que lo dejaría más vacío de lo que se sentía actualmente)

¿Es tan raro querer mantener un compromiso?
Si es resultado de una necesidad básica de todos los humanos: el sentirnos queridos y protegidos por alguien más… ¿por qué es tan difícil cada vez?

cotidiano

conversaciones de insomnio (1)

El asunto de que uno empiece a hablar del mismo tema con distintas personas, sirve para verificar si uno está equivocado o correcto… bueno, al menos yo lo aplico para saber que no estoy del todo deschavetado…

En una de mis muchas noches de insomnio “conversaba” por el MSN (si, confieso que aún lo utilizo) con un conocido y llegamos a un tema que le causó controversia (y que me sirvió como excusa para escribir este post): el que yo (aún) crea en la bondad de las personas y confíe en ella sin conocerlas del todo. Postura que le causó curiosidad y sorpresa, que en una época tan violenta como la actual, yo defienda el hecho de que las personas no son malas por naturaleza, sino por elección.

Defiendo mi argumento: Uno nace determinado a hacer el bien, ¿cierto? Inocentes y sin malicia, salimos del útero de nuestra mamá, y se espera que seamos mujeres y hombres de bien (en el mejor de los casos); sin embargo, en cierto momento crítico de nuestra vida (por X o Y razones) uno se pierde de ese objetivo y comenzamos a actuar no del todo adecuado (rompiendo las reglas de la sociedad, de la religión, de etiqueta), porque en definitiva, es mucho más sencillo portarse mal (aceptémoslo, ser bueno requiere mucho esfuerzo).

No me mal interpreten, no estoy en una postura moralista (ni juzgo el comportamiento de nadie). Pero es que aunque usted no lo crea, realmente creo en que las personas tienen ese pequeño trozo de bondad en su ser, simplemente lo reprimen con (muchas) ganas y se destinan a hacer el mal.

Por lo general, yo trato (de nuevo, aunque usted no lo crea) de ser cordial y cortés con todos los que me rodean; pero del mismo modo que ganan mi confianza sin mucho esfuerzo, la pierden con la misma facilidad; y no suelo tener nada de tacto ni medida con ser totalmente malicioso. Posiblemente sea uno de mis peores defectos (en proceso de corrección).

Poner a las personas en un pedestal alto, adornadas con un gran número de cualidades (que pueden o no ser “reales”) tampoco resulta una buena decisión de mi parte, porque la caída suele ser letal para aquellos que no cubren con la expectativas impuestas por mi “visión” de la realidad. Grave error que me ha costado caro entenderlo, más de lo que he estado dispuesto a pagar.

La discusión no llegó a mucho, la discrepancia siguió, sus razones fueron válidas, tanto como las mías… así que fue mejor dejarlo como tema pendiente… cuando alguno de los dos tuviera un mejor argumento para convencer al otro…

¿Ustedes de cuál lado están?