Curioso que el insomnio me llegue en un Martes, pero esta semana así sucedió… para mi buena fortuna, otro conocido (no con el que regularmente dialogo a esas horas) estaba en línea y nos pusimos a conversar… aprovechando que estamos aún en los primeros días del año, las preguntas sobre la temporada decembrina no se hizo esperar (no nos habíamos “visto”, entonces resultaba adecuado el cuestionamiento)… Curioso caso el cómo las tradiciones familiares son tan dispares entre familias y regiones.
Pero, la conversa se tornó aún más interesante cuando comenzamos a comentar sobre los propósitos que teníamos para este 2011… a lo que después de enumerar mis objetivos (que es distinto un propósito, que es intención… a un objetivo, medible y cuantificable) me hizo una pregunta de la nada, que me pareció desconcertante: “¿cuál es tu esencia, Toño?”
De inmediato llegó a mi mente dos imágenes: la primera, de esos comercios de material para repostería (que abundan en el centro) y que tienen algunas de sus paredes con anaqueles llenos de botellas con saborizantes; la segunda, de una botica de barrio antiguo, con sus botecitos de cerámica, con esencias y preparados, en repisas de madera y olor a mentol.
Para evitar verme tonto (aunque no lo crean, es posible), pregunté exactamente a qué se refería, a lo que minutos después, aparecen en la pantalla, caracteres que clarificaban mi duda: “me refiero a cómo es ese Toño que nadie conoce, que no tiene máscaras ni estatus, que no sale a menudo”. Confieso que ese comentario me dejó pensando unos momentos.
¿Es posible que todas tus “personalidades” sean lo más coherente posible y sean lo más parecidas posible que no se vea la diferencia? Explico un poco: dependiendo de las situaciones, ambientes, círculos sociales, circunstancias… cada uno de nosotros tiene una “personalidad” distinta… no hablamos del mismo modo con nuestro gerente que con un compañero de trabajo, nuestro comportamiento es distinto con nuestros amigos de antaño que cuando convivimos con nuestros papás… nuestro comportamiento se adecua en función de la necesidad, las ideas que tenemos, el lenguaje que empleamos, los chistes que decimos, incluso la ropa que llevamos.
Según mi propio parecer, intento ser lo más “integrado” posible, sin dar pie a cambios drásticos en mi personalidad conforme todas mis facetas: hijo, ingeniero, amigo, profesor, desconforme, sarcástico, peleonero, amigable, odioso… (y la lista sigue y sigue). Sin embargo, recordé que muchas veces la gente tiene una percepción “incorrecta” de cómo soy en realidad. Un buen amigo de la universidad, alguna vez me confesó que “a primera impresión, me caíste mal, por culero” (obviamente mi cara de ¬¬ no se hizo esperar), pero al escuchar su explicación, me pareció sensata su percepción.
Creo que todos tenemos cautela (en mayor o menor medida) al mostrar quien realmente somos: por experiencias pasadas, por miedo al otro, por desconocimiento de lo que sucederá… y únicamente cuando creemos que podemos confiar en las personas, bajamos la guardia y nos mostramos tal cual somos, con nuestros defectos, daños, incoherencias y demás elementos “negativos” de nuestra personalidad… supongo que es un mecanismo natural de autopreservación (o algo así xD).
Debía responder la cuestión, usando únicamente tres palabras (como si no fuera lo suficientemente difícil, le agregaba ese grado de complejidad)… después de un rato pensado, mientras continuamos hablando, pude responderle:
~ impaciente: porque siempre estoy buscando qué más hacer, no me quedo quieto, mi naturaleza es ser no conformista, retar el status-quo
~ bipolar: puedo ser tan bueno (condescendiente, comprensivo, ameno, positivo…) o tan malo (orgulloso, sarcástico, burlesco, perrucho, depresivo…) por las razones más simples: unas palabras, un gesto, un SMS, un tweet…
~ iluso: me dejo llevar por la imaginación, por la creencia que todo estará bien eventualmente, que todo sucede por algo y que está conectado para aprender
Ahora yo te pregunto… ¿cuál es tu esencia?